Carta a ti mismo
Un ejercicio muy interesante para desarrollar la inteligencia emocional, el autoconocimiento y la autorregulación emocional es la escritura. Escríbele a tus distintas emociones. Piensa qué estado emocional te es más desagradable (puede ser la tristeza, la rabia o el enfado, el miedo) y escríbele una carta. Imagina que dicha emoción no forma parte de ti y la tienes delante, de forma que puedes expresar con libertad lo que te gusta de ella y lo que no así como las formas y estrategias que has desarrollado para evitarla o no separarte de ella. Algunas veces veo en mi consulta de psicólogo en Valencia, como esta simple, a la vez que complicada tarea, saca mucho de dentro de nosotros de lo que nos esperábamos.
El mundo emocional es una de las partes esenciales que componen al ser humano, y todo el amplio abanico de emociones y sentimientos que una persona puede llegar a experimentar se encuentra dentro de dicho mundo. La cuestión, y si le has escrito a alguna emoción o sentimiento es posible que hayas llegado a este punto, es que en muchas ocasiones la persona se resiste a experimentar determinadas emociones (en función de la historia y de los aprendizajes vitales) por lo desagradables que le resultan.
¿Podrías decir que estás en paz con tu miedo, con tu rabia, tu tristeza o con el resto de emociones y sentimientos que eres capaz de abarcar?
Formulario de contacto
La dificultad de mostrar sentimientos
En mi caso concreto y haciendo referencia a mi experiencia personal quiero compartir que una emoción con la que he tenido especial dificultad para integrar y aceptar en mí es la tristeza. Me atrevo a afirmar con rotundidad que muchos hombres de mi alrededor tienen esta dificultad. Yo estuve años sin permitirme llorar, sin permitirme expresar la gran tristeza y el dolor que había en mí.
Este tipo de comportamiento no es sano aunque sí funcional; ya que tiene un sentido y a través de una estrategia inconsciente de compensación, me permitió desenvolverme y ocultar esta tristeza.
No todas las emociones ni todos los sentimientos son agradables. No se trata de buscar regocijarme en la tristeza, el dolor, el miedo o la rabia. El objetivo de esta propuesta de escritura es la reconciliación con uno mismo y con su mundo emocional. Si acepto que las respuestas emocionales forman parte de mi naturaleza humana, entonces puedo empezar a permitirme sentir y escuchar qué dicen esas emociones sobre mí.
Las primeras veces que escribí sobre mi tristeza pude ver lo desconocida que era para mí. Había estado durante muchos años evitándola. Evitando sentirla y mostrarla a los demás. Al entender que la tristeza forma parte de la vida pude permitirme empezar a escucharla en mí. Pude empezar a escuchar qué cosas me entristecen y me duelen.
Sensaciones al abrirte a tus emociones
Las primeras veces que me permití abrirme a estas experiencias no tuve un contacto agradable, sino todo lo contrario. De forma progresiva y amorosa, he podido ir aceptando los días grises y tristes; dándoles el espacio que necesitan y así permitiendo que se vayan.
El objetivo de esta propuesta es este. Que te permitas sentir todo aquello que te sucede. Que te permitas escuchar a tus emociones. Con esta práctica, observarás de forma progresiva como la emoción que evitas en cuestión tiene un mensaje muy importante para ti. Cuando te abres a y puedes tomar este mensaje tu forma de ver dicha emoción cambiar completamente.
Una vez pude abrirme a sentir mi tristeza pude ver la vital importancia de su mensaje: “las cosas que suceden a mi alrededor me tocan. No soy independiente ni invulnerable”.
Tras poder integrar este mensaje tan importante (para cada persona es un mensaje distinto) soy capaz de darle valor a la tristeza y agradecer su función y su significado. A continuación os comparto una carta que le escribí a mi tristeza hace dos años:
Carta a mi tristeza:
«Gracias tristeza. Gracias por todo lo que me enseñas cada vez que apareces. Porque así te muestras, apareciendo de repente con un sigilo característico, como un gato entrando en una habitación a oscuras.
Tú apareces y yo me entrego, no me resisto a ti. Me tomas y juegas conmigo, balanceándome suavemente con un tacto dócil, como si fuera un muñeco de trapo.
Me llevas por caminos inexplorados, tiñes mi realidad con un filtro ocre y lo cambias todo. Cambias los colores, los olores, los sabores, el significado de las palabras y de la música.
Me muestras posibilidades remotas a las que no podría llegar sin ti. Lo inundas todo con tu intensidad y juegas a quitarle sentido a las cosas. Es por eso que cuando te vas todo vuelve a estar vivo y colorido; todo vuelve a ser parte de mí. Es como si aparecieras justo cuando estoy olvidando la hermosura y la autenticidad de las cosas solo para ayudarme a recordar.
La gente no te quiere tener presente. Todos huyen de ti poniendo mil excusas para no mirarte a los ojos. Te evitan como a un leproso, temiendo que puedas quedarte ahí para siempre.
Pero yo no te temo. Te amo. Te doy las gracias cuando llegas, cuando te quedas y cuando te marchas. Te siento como una de las mil maravillosas partes que me conforman.
Es por eso, que cuando te veo en otros, manifestándote sin ser reprimida, tomando la totalidad de tu significado, te me antojas como algo hermoso. Como un animal desprotegido o como un paisaje desolado; un regalo que pocos saben tomar.
Gracias a ti sé quién soy. Gracias a ti estoy vivo. Eres tan mía como el amor que me invade cuando te vas.»